

Cuando era más chica, mis padres recibían gente a menudo. Recuerdo la cama repleta de abrigos y carteras, y la repisa de madera desbordando de cajas por lo general rectangulares forradas en papel plateado: bombones. Así como tomar un vermucito a modo de aperitivo, llevar bombones en señal de agradecimiento es una costumbre, en mi opinión adorable, que fue diluyéndose. Ahora la gente lleva vino, con la esperanza -al menos yo lo hago- de que se tome esa misma noche para no caer en esa caja de "bombones finos" de supermercado que no dicen nada.
Por eso me alegré tanto cuando, hace aproximadamente un mes, mi amiga y gran cocinera Ximena Torres lanzó finalmente al mercado local el fruto de sus últimos meses de trabajo: Chocolatier. Ximena, viajera incansable, anduvo por Barcelona el año pasado perfeccionando su técnica en chocolate y petits fours. El resultado, que tuve la suerte de probar casi como pionera, son delicadas piezas de sabores mezclados que prometen y, lo mejor de todo, cumplen. Vienen en una caja de diseño moderno y, gran detalle, con una tarjeta a la vieja usanza que describe cada uno y evita morder el no indicado. Que vuelvan, entonces, las cajas de bombones a las repisas.
3 comentarios:
hummmm, deli!! me encanta la idea de regalar bombones... muy buen pique, ya lo estoy anotando!
Son muy ricos! Prueba de ello es una caja vacía justo al lado mío.
mmmm que lindo y que rico, me encantó la idea!
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