Hace ya cinco años leí, en una Vogue francesa, sobre la propuesta de una casa inglesa de indumentaria para jóvenes que basaba su enorme éxito en no tardar ni dos segundos en copiar todo lo presentado en las pasarelas y volcarlo a la High Street. Hablaban de Topshop. En ese entonces, H&M era mi segundo hogar y Zara y Mango eran hace años marcas consagradísimas. La clave de estas tiendas, que en Europa y Estados Unidos son imperios y visten a la gran mayoría de las mujeres, es justamente enmarcar la moda en sus ciclos ultrarrápidos, a precios accesibles para seguirla y apostando, por lo general, a una calidad más bien mediocre, que acompaña el ritmo de use y tire.
En Uruguay, la realidad era hasta ahora otra. Zara se posicionó como una marca más bien cara, o por lo menos no accesible para todos los bolsillos. Las tiendas que seducían a los presupuestos más bajos presentaban mercadería por fuera de los ciclos de la moda, sin demasiado cuidado por la imagen y por supuesto que de una calidad insostenible. Esto cambió hace un par de años con el giro radical de Chic Parisien, que se transformó en Parisien y creó el Indian Outlet, hoy Indian Emporium, presentes ambos en todos los shoppings y en las avenidas comerciales más importantes del país.
La apuesta, que se produjo hasta donde tengo entendido gracias a un potente cóctel entre un equipo de diseño y uno de marketing, hoy logró -y creo que no exagero- patentar una reconversión de los parámetros estéticos de las mujeres uruguayas. Por supuesto que esta avalancha no se hubiese producido si las consumidoras no hubiesen estado listas para recibirlo; como se sabe, el timing es fundamental en este tipo de desafíos. Me divierte de tanto en tanto revolver las mesas -donde encuentro a veces cosas increíbles- pero más me divierte aun observar que quienes revuelven a mi lado, en actitud enajenada, son mujeres de todas las edades y posición social. En el supermercadismo se nota mucho a su vez un vuelco fuerte hacia el diseño, volviendo patente que, a la hora de comprar, no sólo decide el bolsillo.
El factor calidad, mientras tanto, es el más relegado, tal como lo indica la lógica de las tiendas que se mencionaron al principio. No falta demasiado, sin embargo, para que las consumidoras uruguayas, y aun en tiempos de crisis, comencemos a exigirlo como parte de la santísima trinidad de las prendas. Esta exigencia pone el freno al ritmo frenético al que nos vemos expuestos, agrupándose con corrientes tales como la de la moda lenta, la búsqueda de lo orgánico, el vintage o las prendas atemporales. Ya se ven algunos atisbos, aunque seguro tardará. Pero cuando llegue, a su vez, estas tiendas seguro se adaptarán.
Así lo indica, después de todo, la lógica del mercado.
En Uruguay, la realidad era hasta ahora otra. Zara se posicionó como una marca más bien cara, o por lo menos no accesible para todos los bolsillos. Las tiendas que seducían a los presupuestos más bajos presentaban mercadería por fuera de los ciclos de la moda, sin demasiado cuidado por la imagen y por supuesto que de una calidad insostenible. Esto cambió hace un par de años con el giro radical de Chic Parisien, que se transformó en Parisien y creó el Indian Outlet, hoy Indian Emporium, presentes ambos en todos los shoppings y en las avenidas comerciales más importantes del país.
La apuesta, que se produjo hasta donde tengo entendido gracias a un potente cóctel entre un equipo de diseño y uno de marketing, hoy logró -y creo que no exagero- patentar una reconversión de los parámetros estéticos de las mujeres uruguayas. Por supuesto que esta avalancha no se hubiese producido si las consumidoras no hubiesen estado listas para recibirlo; como se sabe, el timing es fundamental en este tipo de desafíos. Me divierte de tanto en tanto revolver las mesas -donde encuentro a veces cosas increíbles- pero más me divierte aun observar que quienes revuelven a mi lado, en actitud enajenada, son mujeres de todas las edades y posición social. En el supermercadismo se nota mucho a su vez un vuelco fuerte hacia el diseño, volviendo patente que, a la hora de comprar, no sólo decide el bolsillo.
El factor calidad, mientras tanto, es el más relegado, tal como lo indica la lógica de las tiendas que se mencionaron al principio. No falta demasiado, sin embargo, para que las consumidoras uruguayas, y aun en tiempos de crisis, comencemos a exigirlo como parte de la santísima trinidad de las prendas. Esta exigencia pone el freno al ritmo frenético al que nos vemos expuestos, agrupándose con corrientes tales como la de la moda lenta, la búsqueda de lo orgánico, el vintage o las prendas atemporales. Ya se ven algunos atisbos, aunque seguro tardará. Pero cuando llegue, a su vez, estas tiendas seguro se adaptarán.
Así lo indica, después de todo, la lógica del mercado.